"Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor." (Mateo 9:36).
Los escribas y los fariseos ofrecían una religión que sólo aumentaba las cargas en vez de quitarlas. Para ellos, el pueblo común era objeto de menosprecio, no de compasión; individuos para ser explotados, no servidos. En ese sentido, los escribas y los fariseos eran verdaderos descendientes de los falsos pastores contra los que el Señor había hablado fuertemente siglos antes por medio de Ezequiel (34:2-4).
Muchos líderes religiosos de hoy todavía están tratando de mantener a la gente fuera del reino, distorsionando y contradiciendo la Palabra de Dios y pervirtiendo el camino de la salvación. Al decirle a la gente que ya están salvos porque "un Dios bueno nunca condenaría a nadie al infierno", llevan a la gente a contentarse con sí mismas y a no ver la necesidad de arrepentimiento y salvación, cerrando así la puerta de gracia que Dios ha provisto. Del mismo modo, cuando se les dice a las personas que pueden labrar su propio camino hacia Dios, evitando ciertos pecados, realizando ciertas buenas acciones o participando en algún ritual prescrito, también están siendo engañados y abandonados en su condición perdida.
Qué maravillosamente refrescante debe haber sido escuchar a Jesús decir: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." (Mateo 11:28-30). Qué contraste de esas palabras con la enseñanza de los escribas y fariseos.
Probablemente usted no esté consciente, pero ¿el evangelio que usted presenta a otros involucra más requerimientos del que el mismo Jesús pedía? Asegúrese de que el evangelio que proclama es completamente acerca de liberar las cargas del pecador y no acerca de colocar más cargas de las que ya está llevando.
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